Month: November 2016

EL CAMPANARIO

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¿Qué vida era aquélla? El vino había dejado de tener sabor, al igual que la comida; el tacto de su mujer era frío y no podía soportar su cercanía.
Los bienes acumulados durante años, incluso la herencia de su padre y la dote de su esposa ya no tenían razón de ser.
Cada mañana recorría los límites de la hacienda y cada habitación de la casona, teniendo la sensación de que todo ser que se cruzaba en su camino era un espejismo de lo que había sido en vida.

Su mujer, deambulaba cada noche, sin decirle una palabra; solamente la dejaba pasear a la luz de la Luna, observando su cabello cetrino y su bata blanca moviéndose al capricho del viento.
Ya no podía seguir así. Ni siquiera la mirada de su esposa se hallaba viva como cuando se casaron, ahora le parecía que esos ojos eran sólo cuencas vacías.
Tras mucho pensarlo, ayudado con calor del ron, tomó una soga y se dirigió al campanario de la capilla.
La Luna iluminaba en pleno y su andar era silencioso. No quería que lo descubrieran y mucho menos su esposa a quien sabía, le causaría una pena.
Subió uno a uno los peldaños de la escalera, que crujía bajo sus botas.
Al llegar a su meta, observó que otra soga también se encontraba sujeta de un pesado madero.
Con curiosidad siguió con la mirada aquélla soga hasta descubrir un pequeño cuerpo balanceándose en las penumbras.
De pronto, sus cabellos se erizaron, pues un halo de luz poco a poco descubrió el rostro de quien pendía inerte.
Los cabellos cetrinos, el vestido verde de terciopelo, los anillos de oro, le dieron una respuesta: era el cuerpo de su esposa.
Clavó su mirada en el cadáver sin poder creerlo. La piel seca, pegada a los huesos le hacía saber que mucho tiempo ya llevaba ahí.
Peor fue su sorpresa al descubrir en el atrio, los ojos sin vida de su mujer, que sin decir nada, lo observaba.
¿Qué habrá pasado después? Nadie lo sabe, pero el cuerpo sin vida de aquél caballero fue encontrado, atado al de su esposa cuya mirada siguió sin vida alguna.